Estaban todos dormidos, acostados en esas camas tan simples, tan poco pesonales, ajenos a los que les rodeaba, enfermedad y dolor, durante su corto periodo de sueño del que disfrutan apenas unos pocos de ellos sin sobresaltos. Que pena me dio tener que despertarles para coger la temperatura, pero es algo que hay que hacer.
La mañana seguia tal cual, como cualquier otro rotatorio. Llego la hora del desayuno, las cocineras estaban repartiendo los desayunos y me di prisa en ver que paciente necesitaba ayuda para poder desayunar. Llego a una habitación individual, de una sola cama, y me encuenro con una mujer mayor, de unos 80 años. La pequeña mujer me estaba mirando, pero no con miedo ni desconfianza, sino con una gran sonrisa en sus labios. Pepita (nombre imaginario) me miraba contenta de que alguien le prestase su atencion y su cariño.
Me sentí la persona con más suerte del mundo, esa alegria que inundaba esa mujer inundó mi corazón. La di de desayunar y estube conversando con ella. Tiene demencia senil y muchas cosas de las que dice no tienen sentido, pero se que escuchandola ella era feliz y yo era feliz. En sus momentos de claridad logramos llevar una conversación normal y bastante entretenida. Su risa inundaba mi mirada. Ahora cada vez que paso cerca de su habitación no puedo reprimir una sonrisa que la dirijo con todo mi cariño.
Esta mujer es una paciente que no se me va a olvidar nunca jamás, como todos ellos a los que he cuidado y entregado todo mi esfuerzo para hacer que su enfermedad sea mas llevadera. Es lo mejor de la enfermería, el ayudar a las personas. Y siempre vale mas una sonrisa de un paciente que cualquier otro regalo material, porque la sonrisa nunca se olvida.
Besos, Abrazos y una sonrisa a todos.
Te envidio.
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