lunes, 4 de octubre de 2010

Notas de un Piano

Notas de un piano resuenan en mi mente. Notas en armonía juegan con mis oídos dirigiéndome sin cesar a una habitación donde no entraba hacía muchos años.



Cierro la puerta de la calle por la que acabo de pasar y dejo mi mano posada en el paraguas empapado por la lluvia que cae en el exterior de mi desierta casa. Me quedo parado un momento mirando el pequeño recibidor de mi casa. Todo sigue igual pero a la vez tan distinto. Guardo el paraguas en el paragüero que se encuentra al lado del mueble de la entrada. Solo otro paraguas lo acompaña, otro paraguas lleno de polvo y que no ha cambiado de posición en todo este tiempo.

Entro en la cocina y enciendo la luz para apartar las tinieblas que me rodean, aunque la luz no las aleja del todo puesto que siguen ahí, esperando. Me preparo un té caliente. El calor inunda mi cuerpo son cada sorbo de ese delicioso té que solo me tomo en ocasiones especiales. Hoy siento que es una ocasión especial puesto que hoy te siento todavía más cerca de mi.

Dejo que el vapor del té inunde mi cara y me reconforte con su dulce aroma, ese aroma tan especial que me trae recuerdos del fondo de mi mente, recuerdos que me resultan a la vez tan placenteros y dolorosos. No siento que el calor inunde mi cuerpo como cuando tú me acariciabas la piel con tus suaves y poderosas manos, pero por lo menos he alejado el frio que inundaba mi helado y dañado corazón por la impetuosa lluvia exterior.

Dejo la taza de té en el fregadero, ya la fregaré mas tarde. Me dirijo al cuarte de baño para quitarme las ropas mojadas y secarme el cuerpo mojado. Cruzo la sala de estar en dirección al baño y me encuentro con el sillón q nadie ha tocado desde que te fuiste. Si acercase la nariz a la lustrosa piel del sillón podría distinguir todavía tu aroma en él. Cuando el dolor y la soledad pueden conmigo llego a encontrar consuelo si me acurruco entre sus suaves brazos y dejo mi mente divagar a los recuerdos forjados en esa sala.

La sala no muestra ninguna fotografía, todos los recuerdos q necesito empapelan las paredes de mi mente manteniéndome en pie. Todas las sonrisas capturadas en una fotografía y colocadas como adorno en nuestra pequeña sala no sirven para volver a hacerme sonreír. Las quite todas, pero no las guardé, las coloqué en nuestra habitación, mi pequeño santuario de recuerdos.

Cuando me despierto por la noche a causa de las innumerables pesadillas q me atormentan lo primero que veo es tu mirada, observándome desde innumerables marcos de diferentes colores, solo si sé que me estas protegiendo y vigilando puedo volver a dormir.

Finalmente llego al baño y me quito la ropa mojada que se adhiere a mi cuerpo. Seco mi pálida piel con las sedosas toallas que compramos juntos el día que decidimos irnos a vivir juntos. Cuando me estoy secando el pelo empiezo a escuchar notas provenientes de un piano, notas que componen nuestra melodía, notas que salen de tu piano de cola que se encuentra en la sala de estar.

Esas notas, esas endiabladas notas que escucho siempre en mis sueños y que me evocan tu rostro. Mi imaginación vuela y te veo a ti, sentado en el banco del piano con tu dulce sonrisa mirándome, tocando esa preciosa melodía que me tocabas a mí.
Mis ojos se empapan con tristes lágrimas que brotan sin que pueda evitarlo por tu recuerdo. Uso la toalla con la que me estaba secando para secar también mis lágrimas. Me pongo unos pantalones cualquiera y me dirijo a la sala del piano con mi torso desnudo no pudiendo esperar a comprobar si mi imaginación me había jugado una mala pasada.

Me dirijo a la habitación y a cada paso que doy mi corazón se acelera mas y mas, no puedo controlarlo cuando se trata de ti. En mi fuero interno sigo teniendo esa pizca de esperanza loca que me lleva a pensar que volveré a tenerte a mi lado otra vez, por mucho que mi cabeza sepa que eso no es posible.

Abro poco a poco la puerta mientras tu melodía me acompaña, entro en la sala sin mirar el piano, no quiero romper la magia al no encontrarte sentado en el banco y mirándome con esa sonrisa que me acelera el corazón y para mis pensamientos.

Mi mirada busca otro punto donde fijarse y se posa en la única foto que no he podido guardar en nuestra habitación. Esa foto de aquel nudoso árbol, debajo del cual nos juramos amor eterno, que nunca nos separaríamos, que lucharíamos por estar juntos sin miedo a lo que la gente pensase. Debajo de aquel árbol donde hicimos el amor por primera vez, aquel árbol donde cada año íbamos para renovar nuestros votos de amor.

Aquel árbol donde descansas tú.

Mis lágrimas se renuevan y vuelven a caer cuando pienso en el día que te separaste de mí. Ese estúpido día en el que nuestro amor no fue suficiente para que estuvieses a mi lado. No soporto la idea de volver a revivir la imagen del último beso que te di, de las últimas palabras que salieron de tus cansados labios, de la última caricia que me distes. No soporto recordar el día en el que tuve que decirte adiós.

Todos los años vuelvo al árbol para saludarte, todos los años como cuando estabas a mi lado. Todos los años me siento al lado del tronco y toco la tierra con mis manos desnudas para encontrarme un poco más cerca de ti. Todos los años llevo el jersey que me regalaste en la primera cita. Todos los años me juro que no volveré a llorar y todos los años lloro.

Respiro hondo para enfrentarme a la realidad y ver el banco vacío. Mi corazón da un vuelco al ver tu mirado sosteniendo la mía, al ver tus manos pasar por las teclas del teclado y componiendo la armoniosa melodía. Mi corazón palpita alocadamente porque por alguna razón estás sentado enfrente de mí, en el banco de tu preciso piano negro.

Te levantas y te acercas despacio a mí. No puedo moverme no se que hacer, me he quedado congelado. Te paras enfrente de mí y posas una de tus manos sobre mi pecho desnudo y la otra sobre mi cara. Noto tu calurosa piel, noto como tu colar inunda mi cuerpo. Tus preciosos ojos me taladran, veo tu alma a través de ellos, me siento otra vez pleno. Me siento otra vez feliz. Ya no importa nada.

Coges mi mano y me conduces a la puerta. Vamos pasando por cada una de las habitaciones y voy viendo recuerdos del pasado, pero ya no siento pena. Porque estas a mi lado para verlos pasar.

Aprieto tu mano con fuerza, su calor me inunda y me hace sentirme vivo de nuevo. Como había echado de menos tu tacto. Según vamos recorriendo nuestra casa y con ella nuestros recuerdos te observo, voy captando cada uno de aquellos gestos y miradas que antaño me dedicabas. Había olvidado como hacías q me sintiera, tan lleno, tan pleno, tan vivo.

Pasamos por la salita donde está tu sillón y me veo acurrucado en él. Ahora lo entiendo. Te acercas y me cubres con la manta que hay en el respaldo. Me das un último beso como aquél que te di yo hace tanto tiempo. Susurras a mi cuerpo sin vida unas palabras al oído y en el acto las escucho resonar en mi mente “te quiero”; e inmediatamente después vuelves a mi lado.

Me vuelves a coger la mano y me diriges a la salida. Ahora lo comprendo todo, sonrió y miro por última vez nuestra salita, la salita donde pasamos nuestra vida juntos. Cuando llegamos a la entrada me abrazas fuertemente y noto tu aroma. Me das un beso en el cuello y posteriormente otro en los labios. Una lágrima cae por tus mejillas y la restaño con una de mis dedos. Te beso y al apartarme tu digo algo que llevaba mucho tiempo queriéndote decir: “yo también te quiero” Me vuelves a abrazar me sonríes y juntos cruzamos el umbral de nuestra pequeña y acogedora casa.

Notas de un piano resuenan en mis oídos y, ahora, no voy a dejar de escucharlas nunca más.

Un Beso y un Abrazo a todos

2 comentarios:

  1. Que bonito Alvar!!! Me ha encantado!!! ^^

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  2. has conseguido ponerme los pelos de punta...
    precioso relato alvar :)

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