lunes, 10 de mayo de 2010

Paso a paso

Recorro los pasillos en penumbra como tantas otras veces, pero esta vez algo es diferente, algo está mal.

Voy caminando lentamente, sin prisa, recorriendo con mi mirada las fotos enmarcadas colgadas aleatoriamente sobre la pared que un día se te ocurrió pintar de un maravilloso tono malva. Fotos que colgamos los dos juntos un esplendoroso día de verano para que al pasar por este pasillo recordásemos cada uno de los momentos inmortalizados. Fotos que muestran lo felices que éramos por aquella época, juntos, sin que nadie se interpusiera en nuestro camino.
Y es ahora cuando recordando todo esto me doy cuenta de cuánto te he querido y cuánto te voy a querer, porque si algo es eterno es nuestro amor. Observo nuestras fotos y me quedo deslumbrado, como desde el primer día que nos encontramos en ese andén de la estación, con tu sonrisa picarona. Sonríes a la cámara mientras con el brazo me rodeas cálidamente a la espera de que sea yo quien acerque mis labios a los tuyos. Es curioso cómo se me acelera el corazón cada vez que nuestras miradas se cruzan. Es curioso cómo con solo recordarte mis pelos se erizan.
Colgado junto a los cuadros están nuestros pequeños regalos. Desde la envoltura de la primera piruleta que me regalaste hasta el compresor que me dedicaste cuando ni siquiera salíamos aún. Me resulta fascinante lo que nuestro pasillo nos muestra a nosotros cuando los demás al verlo simplemente se sorprenden por la decoración. Pero es que cada tramo de este pasillo tiene vida, una vida que ha salido de nuestra memoria y de nuestra razón. Una vida que impregna cada rincón de este pasillo.

Recorro el pasillo y con cada paso que doy voy recorriendo y reviviendo cada uno de los momentos que he pasado contigo.
Recorro este pasillo, nuestro pasillo, recorriendo los 63 años de nuestra historia y preguntándome porque el tiempo es tan odioso y pasa tan deprisa. Porque una vida plena y fabulosa se hace tan corta. Pero no pido más que lo que tenemos, no pido más que lo me has dado. Todos y cada uno de los recuerdos que compartimos hacen eco agolpándose en las paredes del pasillo en el que una vez me besaste con tus dulces labios.

Estoy llegando al final del pasillo y aun que me he propuesto no volver a atrás mi mirada no puedo evitarlo.
No puedo evitar de igual manera que mis ojos se empañen con lágrimas al observarte sujetando mi mano fría e inanimada. No puedo evitar que mis lágrimas resbalen al observar como las tuyas caen en tus rodillas ya débiles por el paso de los años. No puedo evitar sonreír al observar como nuestros hijos apoyan sus manos en tus cansados hombros mientras tú te inclinas y te levantas de la silla en la que has estado velándome toda la noche para posar un último beso sobre mis labios.

Cuando he dicho que algo andaba mal era que yo no voy a poder corresponder ese último beso, al menos no por ahora.Besos y abrazos a todos

No hay comentarios:

Publicar un comentario